Enfermedad, problemas medioambientales, residuos, patologías mentales...
La vida acelerada y la tecnología permiten una devastación cada vez más rápida de nuestra salud y de la salud del planeta.
La vida acelerada trae como consecuencia el deterioro de la salud física y mental, ha advertido recientemente Mario Rodríguez, especialista del Centro de Evaluación e Investigación Psicológica de la Universidad de Guadalajara (México). Ha explicado que las consecuencias inmediatas de esa aceleración son un estado irritable, antisocial, poco tolerante, agresivo y con enfado; conflictos con la pareja, los familiares y amigos, además de la pérdida de interés en las actividades antes gratas para la persona. Ha señalado que, a medio plazo, puede causar depresión, cambios en el estado de ánimo, hipertensión y enfermedades gastrointestinales, obesidad y padecimientos cardiovasculares. “Las personas estresadas piensan menos en los demás aunque no enfrentan sus problemas, sino que los evaden. Comienzan a aislarse y sólo quieren dormir”, ha subrayado. Entre los factores de riesgo para caer en situaciones de estrés están el concepto cultural, la carga laboral diaria o la necesidad de contar con dos o tres trabajos para salir adelante. Así como la expectativa generada por los medios de comunicación con imágenes de un estilo de vida que no corresponde al nivel socioeconómico de la mayoría de la población. Rodríguez comentó que para disminuir el estrés constante y evitar que se convierta en crónico, es necesario adquirir habilidades para su manejo. También es recomendable la práctica deportiva, una alimentación adecuada y dedicar tiempo al ocio. “Muchos consideran al ocio como sinónimo de cutrez o tiempo que no sirve, pero cada día y cada semana requerimos tiempo para actividades que nos gustan y nos relajan”, ha mencionado este experto. Este especialista considera que un día libre a la semana no es suficiente dado que no funciona para descansar mentalmente, pues el nivel de estrés es tal que todo puede molestar a la persona, desde el volumen elevado de la televisión hasta el juego o los gritos de los niños. Ha añadido que la expresión corporal y facial refleja si una persona vive en constante estrés, además de los frecuentes dolores de cuello y espalda, así como un bajo rendimiento laboral.
PROBLEMAS SOCIALES
Los problemas sociales derivados de la aceleración del tiempo son muchos. Por un lado, la desestructuración de las redes sociales tradicionales que no pueden resistir el envite de un tiempo cada vez más vertiginoso: divorcios, fracaso escolar, soledad, paro, niños creciendo sin familias protectoras… Una gran parte de los problemas económicos que vivimos también tiene que ver con todo esto. Las empresas quieren ganar el máximo capital en el menor tiempo posible: eso se traduce en precariedad laboral, altas tasas de desempleo, concentración del poder en muy pocas manos…
POLÍTICA
En todo el mundo, la democracia se presenta así misma como el sistema político menos malo. Nosotros, como ya pueden imaginar nuestros lectores, no somos partidarios de dictaduras bananeras, ni de monarquías elefantinas, etc. Pero, ¿realmente es la democracia tan “menos malo” como creemos? Su problema también radica en la celeridad. Cuando un gobernante, sea estatal, autonómico o municipal, del color que sea, hace mal las cosas… los votantes le borran del mapa en muy poco del tiempo. Pero el daño ya está hecho. Desaparece el político de la vida pública y santas pascuas. No da cuentas a nadie. Se olvida pronto. Y luego continúa la misma comedia con otros actores. En poco tiempo, todo cambia para que todo siga igual.
MEDIO AMBIENTE
La aceleración también conlleva problemas medioambientales. Por un lado, devastamos los ecosistemas a un ritmo tan vertiginoso que no les da tiempo de reponerse. Por ejemplo, si pescamos en los caladeros, la industria pesquera es tan feroz que su intervención en los ecosistemas marinos tiene un impacto tan grande que conlleva el “no retorno”. Es decir, deberían pasar siglos, quizás miles de años, para que los ecosistemas volvieran a su estado original. Por otro lado, la rapidez de la devastación conlleva la sobresaturación de residuos: devastamos primero los recursos y luego contaminamos el medio con los residuos generados partir de los productos elaborados con las materias primas extraídas. Aquí también hay un “no retorno”. La intervención a gran escala en los ejes gaianos tiene consecuencias: las contaminaciones químicas, atómicas, interestelares, etc., causan daños que traspasan las fronteras intergeneracionales humanas. Son conocidos los efectos que tiene la polución químicas más allá de las personas expuestas, en su prole. También ocurre lo mismo con la energía nuclear.
VELOCIDAD, ALCOHOL CARRETERAS
Al año, sólo en España, mueren unas 1.500 personas en las carreteras. Y eso ahora, que parece que se han reducido los accidentes. Muchos miles más quedan incapacitados para toda su vida. Si contamos las cifras europeas, nos vamos a cifras colosales. Y a ello deberíamos sumar las muertes producidas por accidentes de avión, ferrocarriles… siempre por la velocidad, por rebasar los límites humanos.
Teniendo en cuenta sólo las cifras de veinte o treinta años, sólo en Europa han muerto más personas víctimas de la velocidad en poco tiempo que los muertos por guerras en toda la Edad Media. Pero el mensaje de los medios de masas sigue siendo que nosotros vivimos en el paraíso, mientras que en el pasado sólo había miseria, desolación y enfermedades. Este problema, totalmente prescindible, también tiene una consecuencia económica: miles y miles de incapacitados de por vida que vivirán de forma dependiente a cargo del erario público: es decir, todos nosotros. Y no podemos olvidar el sufrimiento de los familiares, que también conllevará gasto económico en psicólogos, fármacos antidepresivos, etc.
También habría que hablar de los perjuicios causados en la flora y la fauna en la construcción de carreteras, autopistas, grandes infraestructuras, aeropuertos (que luego no usa nadie). En las carreteras mueren cada año miles y miles animales (muchos de ellos al borde de la extinción). Desde los poderes fácticos nos dicen que es el precio que hay que pagar. Pues yo me voy a declarar insumiso.
Sebastián Bohórquez
LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD
UNA PLAGA MODERNA
Esta es la conclusión a la que ha llegado David Puchol (especialización en Psicología Clínica y de la Salud , Universidad de Valencia) en su texto “Los trastornos de ansiedad: la epidemia silenciosa del siglo XXI”. Los especialistas coinciden en que este trastorno es básicamente de la era moderna y que está asociado, en buena medida, a la aceleración del tiempo.
En la actualidad, el conocimiento y la investigación científica aplicada relacionada con los trastornos de ansiedad se han incrementado considerablemente. Sabemos que en la mayoría de los trastornos de ansiedad se produce una compleja interacción entre factores de naturaleza tanto psicosocial como biológica responsables de su aparición y su desarrollo y que, en la mayoría de ocasiones, la mejor forma de tratamiento implica una estratégica combinación (según la gravedad de los síntomas) de técnicas de intervención de carácter tanto farmacológico como psicosocial, ejecutadas por profesionales especializados, tanto psiquiatras como psicólogos, bien de forma independiente o a través de procesos de colaboración interdisciplinar.
Afortunadamente este tipo de trastornos, cuando son correctamente diagnosticados y su tratamiento es llevado a cabo por profesionales cualificados, se encuentran entre los trastornos mentales que mejor y más rápidamente responden al tratamiento. Por desgracia, a pesar de la constatación de este hecho, muchas personas afectadas por este tipo de trastornos no buscan el tratamiento adecuado, bien porque no reconocen sus síntomas como una “enfermedad real” o bien porque temen “la reacción” de su círculo social si son conscientes o se enteran de alguna forma de que se encuentran bajo tratamiento psiquiátrico y/o psicológico.
El desconocimiento y el estigma social vinculado a los trastornos mentales continúan lejos de ser erradicados. Sólo cuando ambos factores sean corregidos y el tratamiento adecuado de los trastornos de ansiedad se convierta en una norma y no en la excepción, podremos plantearnos la posibilidad de dejar de considerar a los trastornos de ansiedad como la verdadera epidemia silenciosa del siglo XXI.
David Puchol, psicólogo
ALGUNOS DATOS SOBRE LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD
UN AGUJERO SIN FONDO
- Datos de la Organización Mundial de la Salud del año 2001 situaban en aproximadamente 450 millones el número de personas aquejadas de algún tipo de trastorno mental en todo el mundo.
- Los trastornos de ansiedad son considerados, en la actualidad, como los trastornos mentales más comunes en los Estados Unidos. En algún momento de sus vidas se prevé que cerca del 25% de la población experimentará algún tipo de trastorno de ansiedad.
- Uno de cada ocho norteamericanos entre los 18-54 años padece algún tipo de trastorno de ansiedad. Este porcentaje de la población representa a más de 19 millones de personas.
- Se calcula que cerca de 2.4 millones de norteamericanos entre los 18-54 años, aproximadamente el 1.7% de la población, padecen trastorno de pánico. Este tipo de trastorno de ansiedad, por lo general, se desarrolla al final de la adolescencia o principio de la edad adulta.
- Aproximadamente, 3.3 millones de norteamericanos entre los 18-54 años, el 2.3% de la población, sufre el trastorno obsesivo-compulsivo cada año. Los primeros síntomas de la enfermedad se manifiestan durante la niñez o el inicio de la adolescencia.
- Cerca de 5.2 millones de norteamericanos entre los 18-54 años, el 3.6% de la población, padece cada año el trastorno por estrés postraumático. Este trastorno puede originarse a cualquier edad, incluso en la infancia, como respuesta a cualquier evento traumático.
- Se calcula que el costo económico, tanto directo como indirecto, asociado a los trastornos de ansiedad, sólo en Estados Unidos, alcanzan los 46.6 billones de dólares anuales.
Fecha de publicación: 1-07-2012
Revista: The Ecologist para España y Latinoamérica
Aporte Ecosalud- Tucumán- Argentina