lunes, 18 de julio de 2011

Argentina: científicos comprobaron efectos nocivos del glifosato en arroyos y lagunas

Un equipo de investigadoras demostraron que el herbicida inhibe el crecimiento y la producción de clorofila en las algas que habitan cursos de agua y que son la base de la cadena alimentaria de los peces y otros animales
Los herbicidas y pesticidas que se aplican en el campo suelen ser arrastrados por el viento hacia arroyos y lagunas, poniendo en riesgo la vida que allí se desarrolla, como el conjunto de algas (fitoplancton) que viven dispersas en el agua y efectúan fotosíntesis. Esas algas forman la base de la cadena alimentaria, y son el alimento de los peces y otros habitantes de esos cursos de agua.
Un equipo de investigadoras de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEyN) de la UBA probó en un alga cuál es el efecto de una de las formulaciones más usadas de glifosato, que se aplica en la Pampa húmeda para el control de las malezas. La acción de este herbicida, que se emplea especialmente en los cultivos de soja resistente al compuesto, consiste en inhibir la producción de una enzima que participa en la fabricación de proteínas fundamentales para la vida de la planta.
Se creía que los organismos que no poseen esa enzima, como por ejemplo los animales, no se verían afectados por la toxicidad del compuesto. Sin embargo, los investigadores demostraron que el compuesto produce efectos que también alcanzan a los organismos que no son el blanco del herbicida.
“Expusimos una cepa del alga unicelular Chlorella kessleri a una dosis de glifosato, y tras 96 horas observamos que se inhibía el crecimiento celular”, explica la doctora María del Carmen Ríos de Molina, investigadora del CONICET y directora del Laboratorio de Enzimología, Estrés y Metabolismo (LEEM) de la FCEyN.
La cepa del alga fue aislada de una laguna de aguas muy ácidas, y mostró alta tolerancia a ciertos pesticidas y metales como el cromo y el cobre. Sin embargo, no pudo hacer frente al glifosato.
“Lo primero que vimos fue una caída en la producción de clorofila”, relata Ríos de Molina, y agrega: “Creemos que, en general, el efecto en los organismos que no son el blanco del herbicida se debe a mecanismos diferentes a lo que sucede en las malezas”. Por ello, las investigadoras postularon que la causa podría residir en la generación de sustancias muy reactivas que atacan a las proteínas celulares y al ADN. Es lo que se denomina estrés oxidativo.
Para confirmar si fue eso lo que inhibió el crecimiento del alga, se midió el contenido de clorofila y de proteínas, así como los niveles de las enzimas antioxidantes. “Todos los parámetros de estrés oxidativo estaban alterados”, confirma Delfina Romero, primera autora del trabajo publicado en Ecotoxicology and Environmental Safety, realizado bajo la dirección conjunta de las doctoras Ríos de Molina y Ángela Juárez, docente del Departamento de Biodiversidad y Biología Experimental de la FCEyN y miembro del LEEM.
Las investigadoras confirmaron el efecto tóxico del herbicida, porque midieron una mayor producción de enzimas antioxidantes y una disminución de la clorofila.
Luego de haber demostrado las consecuencias letales del glifosato en un alga, los investigadores actualmente analizan bivalvos, para determinar qué les pasa cuando se alimentan de fitoplancton que ha sufrido la acción del herbicida. Las etiquetas de los envases del glifosato suelen afirmar que el producto es inocuo para los animales. Sin embargo, muchos organismos se alimentan de plantas y algas que pueden estar afectadas.
Por ello, Ríos de Molina advierte: “La legislación no contempla los fenómenos a largo plazo de los herbicidas y pesticidas, ni la acumulación y magnificación de efectos, y tampoco las consecuencias de la acción conjunta de diferentes contaminantes”.
Estudio en poblaciones
La doctora María del Carmen Ríos de Molina dirige un proyecto que acaba de ponerse en marcha y que tiene como objetivo evaluar el efecto del glifosato en la población que vive en las áreas que son fumigadas regularmente con glifosato, en particular en los alrededores de la ciudad de Gualeguaychú, Entre Ríos. Se trata de un trabajo multidisciplinario, financiado por el programa UBANEX, de la Secretaría de Extensión de la Universidad de Buenos Aires.
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